El paraíso del estero
Cuando el pájaro,
pájaro del amanecer que detiene la tormenta,
llega hasta el fondo del verano colérico
y con sombras blancas,
que deslumbra a mi cabeza,
oh rey del mediodía, vuela mi sangre con la
tormenta del verano,
y la húmeda reina del amor
-con aros en el rostro-
reposa en el fondo del paraíso del estero.
Cascabeles de serpientes-leyendas
cantan desde el país del odio,
que me hace llorar de fuego,
y en el río salvaje nada el niño salvaje,
¿y quien lo podría recibir,
si aún nada,
y tiene el espíritu en los ojos?
y aún canta,
y no podría dejar de cantar su corazón,
que solo busca enterrarse
con el río de cristales rosados,
sin poder desligarse de la tierra.
II
Me he descubierto en mi propio corazón,
tratando de envenenarme en las vastedades de las aguas.
la serpiente era la principal belleza dominante entre los
colores de mi sangre.
La serpiente que ardía en el final de la
frescura de mi memoria,
y copulaba con el tigre que salía intacto
de entre los juncos de oro.
Después de todo esto,
¿comprenderéis que no pueda decretar,
definitivamente,
ninguna Poética?
Otras apariciones
IX
¿Me olvidé de la poesía? ¿Ella era una sonrisa
carolina en el fondo de un pantano?
X
Rey de los Pantanos, trenza los cabellos de oro.
XI
Pido atención para una fina alargadura de patas de
flamencos sobre un ataúd de oro.
XII
El cielo, besando los labios de mujer sangral del
horizonte.
XIII
El abrazo del corazón del Rey del Pantano a la poesía.
XIV
La poesía canta en la niveladura de polen enajenante
de unos ojos y unas manos de oro.
Cuenca del Plata
a Oscar Portela
Señorío, caridad, entresobresí y entre los hombres.
es decir:
PAISAJE
¡Entenderán esto alguna vez los pretendientes
al trono de paisajistas y cantores
nacionales?
El paisaje es liberal-natural-anterior,
y vuela y nada y canta para más
adelante.
Realidad, tu verdadero poder es la bondad del agua,
y una cantimplora siempre llena de algún
verde-celeste aguardiente
liberal.
Negro verde
Interrogo al mar.
¿Los pájaros criollos cantarán cuando el mar resucite
emponchados de rebelión y estilo?
¿A mi, el antiguo, lo dejaré en la otra agua?
¿En el río de palmeras de la tierra y del infierno?
¿En el viejo río político, o de troperos, de la sangre de mi
corazón?
Pero interrogo al mar.
¿Al agua en canto y fuego y sin amparo,
Al único sueño verde entre los sueños que me
desalberga lejos del palmeral?
¿No tengo ya amparo de Comarca?
¿Todo mi canto nacerá ahora primaveral entre las
aguas-islas rojas y móviles del universo?
Una acuarela móvil
a Roberto Borja
Campaña subtropical y acuática del norte de Corrientes,
con primitivo gauchillaje, hombres de a caballo o de
canoas, poetas anónimos y en estado natural, bárbaros
de la belleza de la intemperie y de las más ardiente
bondad, que son los primeros que influyeron en mí.
Llanura gateada, celeste, colorada, verde y amarilla,
que se vive probando en sangre contra las condiciones
de la nada, entre un reverberar de ondas solares y
lunares,
con sangrías flotantes de degollaciones, en esterales,
de antiguos guerreros criollos o de bandidajes.
Una región aislada, recargada de lagunas con arenas
de oro anaranjado y de grandes ríos-esteros, circulares
o alargados como frutos tropicales, que se estrangulan
de su propia belleza autonómica, y duermen –detenidos
o movilmente- una lujosa anacronía de todos los
olores y colores; planos bajos de antiquísimos mares
retirados, con las orillas cargadas de palmeras celestes,
coloradas, verdes, penetrando o saliendo de las aguas.
Tierras morenas-claritas o rojas-rubias como las dos
clases de lechos, de cabellos y de piel de las primitivas
hadas contrabandistas de tesoros para el amor, que
por allí peinaban sus cabellos.
Canoa y bruja blanca
¿El mismo cazador cautivante y celeste?
Canoa de esmeralda en la puerta me saluda,
levemente salvaje.
Habito en Casa de Oro como las flores de
la madera de esta agua,
y bebo de las sombrías purgaciones del
estero.
La serpiente arrollada es una isla lila.
Mi corazón confirma su herida junto a una
bruja blanca.
Playa de aire y oro
Canta el alguacil que olió el aire de todo
el siglo,
Volando con el sigilo e la bondad del
cielo.
Maravillado por el ala de oro de la torcaza
de la tenacidad
y la amarillita doncella que anda descalza
por la arena,
separando nuestro corazón del diablo.
Oremos, levemente salvajes, por la razón de
oro que se expande desde la muerte
de un caballo.
Hermana muerta en su campaña
Entre gauchos te quedaste, hermanita,
y chinas que rezaban en el alba de lujosa
comunión popular:
tristes ariscas, hijas de la poesía,
llenas de flores y duelo de justicia.
Te dejamos en el camposanto de campaña:
un oasis para ti,
entre cruces celestes, colorados, verdes,
negras, purificadas por las lluvias
y las expurgaciones de las razas
cruzadas en nuestro palmeral.
El pequeño camposanto que tu padre hubiera
querido para él:
empotrado y encadenado como está,
¿por mi ausencia?
en un municipio que no fue de sus gauchos,
ni de sus caballos,
lejos de los rodeos de brutales imágenes
verdes sanguinolentas.
Tu te has quedado muy cercana,
en un ala de palmares
del antiguo
paraje.
Duerme, dorada, el cantar del padre muerto:
en tu sueño y el suyo se llevarán a cabo,
siempre,
las operaciones de coraje de una indivisible
bondad.
Cuando el pájaro,
pájaro del amanecer que detiene la tormenta,
llega hasta el fondo del verano colérico
y con sombras blancas,
que deslumbra a mi cabeza,
oh rey del mediodía, vuela mi sangre con la
tormenta del verano,
y la húmeda reina del amor
-con aros en el rostro-
reposa en el fondo del paraíso del estero.
Cascabeles de serpientes-leyendas
cantan desde el país del odio,
que me hace llorar de fuego,
y en el río salvaje nada el niño salvaje,
¿y quien lo podría recibir,
si aún nada,
y tiene el espíritu en los ojos?
y aún canta,
y no podría dejar de cantar su corazón,
que solo busca enterrarse
con el río de cristales rosados,
sin poder desligarse de la tierra.
II
Me he descubierto en mi propio corazón,
tratando de envenenarme en las vastedades de las aguas.
la serpiente era la principal belleza dominante entre los
colores de mi sangre.
La serpiente que ardía en el final de la
frescura de mi memoria,
y copulaba con el tigre que salía intacto
de entre los juncos de oro.
Después de todo esto,
¿comprenderéis que no pueda decretar,
definitivamente,
ninguna Poética?
Otras apariciones
IX
¿Me olvidé de la poesía? ¿Ella era una sonrisa
carolina en el fondo de un pantano?
X
Rey de los Pantanos, trenza los cabellos de oro.
XI
Pido atención para una fina alargadura de patas de
flamencos sobre un ataúd de oro.
XII
El cielo, besando los labios de mujer sangral del
horizonte.
XIII
El abrazo del corazón del Rey del Pantano a la poesía.
XIV
La poesía canta en la niveladura de polen enajenante
de unos ojos y unas manos de oro.
Cuenca del Plata
a Oscar Portela
Señorío, caridad, entresobresí y entre los hombres.
es decir:
PAISAJE
¡Entenderán esto alguna vez los pretendientes
al trono de paisajistas y cantores
nacionales?
El paisaje es liberal-natural-anterior,
y vuela y nada y canta para más
adelante.
Realidad, tu verdadero poder es la bondad del agua,
y una cantimplora siempre llena de algún
verde-celeste aguardiente
liberal.
Negro verde
Interrogo al mar.
¿Los pájaros criollos cantarán cuando el mar resucite
emponchados de rebelión y estilo?
¿A mi, el antiguo, lo dejaré en la otra agua?
¿En el río de palmeras de la tierra y del infierno?
¿En el viejo río político, o de troperos, de la sangre de mi
corazón?
Pero interrogo al mar.
¿Al agua en canto y fuego y sin amparo,
Al único sueño verde entre los sueños que me
desalberga lejos del palmeral?
¿No tengo ya amparo de Comarca?
¿Todo mi canto nacerá ahora primaveral entre las
aguas-islas rojas y móviles del universo?
Una acuarela móvil
a Roberto Borja
Campaña subtropical y acuática del norte de Corrientes,
con primitivo gauchillaje, hombres de a caballo o de
canoas, poetas anónimos y en estado natural, bárbaros
de la belleza de la intemperie y de las más ardiente
bondad, que son los primeros que influyeron en mí.
Llanura gateada, celeste, colorada, verde y amarilla,
que se vive probando en sangre contra las condiciones
de la nada, entre un reverberar de ondas solares y
lunares,
con sangrías flotantes de degollaciones, en esterales,
de antiguos guerreros criollos o de bandidajes.
Una región aislada, recargada de lagunas con arenas
de oro anaranjado y de grandes ríos-esteros, circulares
o alargados como frutos tropicales, que se estrangulan
de su propia belleza autonómica, y duermen –detenidos
o movilmente- una lujosa anacronía de todos los
olores y colores; planos bajos de antiquísimos mares
retirados, con las orillas cargadas de palmeras celestes,
coloradas, verdes, penetrando o saliendo de las aguas.
Tierras morenas-claritas o rojas-rubias como las dos
clases de lechos, de cabellos y de piel de las primitivas
hadas contrabandistas de tesoros para el amor, que
por allí peinaban sus cabellos.
Canoa y bruja blanca
¿El mismo cazador cautivante y celeste?
Canoa de esmeralda en la puerta me saluda,
levemente salvaje.
Habito en Casa de Oro como las flores de
la madera de esta agua,
y bebo de las sombrías purgaciones del
estero.
La serpiente arrollada es una isla lila.
Mi corazón confirma su herida junto a una
bruja blanca.
Playa de aire y oro
Canta el alguacil que olió el aire de todo
el siglo,
Volando con el sigilo e la bondad del
cielo.
Maravillado por el ala de oro de la torcaza
de la tenacidad
y la amarillita doncella que anda descalza
por la arena,
separando nuestro corazón del diablo.
Oremos, levemente salvajes, por la razón de
oro que se expande desde la muerte
de un caballo.
Hermana muerta en su campaña
Entre gauchos te quedaste, hermanita,
y chinas que rezaban en el alba de lujosa
comunión popular:
tristes ariscas, hijas de la poesía,
llenas de flores y duelo de justicia.
Te dejamos en el camposanto de campaña:
un oasis para ti,
entre cruces celestes, colorados, verdes,
negras, purificadas por las lluvias
y las expurgaciones de las razas
cruzadas en nuestro palmeral.
El pequeño camposanto que tu padre hubiera
querido para él:
empotrado y encadenado como está,
¿por mi ausencia?
en un municipio que no fue de sus gauchos,
ni de sus caballos,
lejos de los rodeos de brutales imágenes
verdes sanguinolentas.
Tu te has quedado muy cercana,
en un ala de palmares
del antiguo
paraje.
Duerme, dorada, el cantar del padre muerto:
en tu sueño y el suyo se llevarán a cabo,
siempre,
las operaciones de coraje de una indivisible
bondad.
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