Cementerio amarillo al borde del agua
Mientras cantas con la trompeta ronca de las
inemociones cargadas de las lágrimas del paisaje
desenvuelto por los trenes de los reyes guiados por
los ríos, aquí el velo de sangre duerme sobre los
arenales seguros de encantar a un cuerpo joven y
caliente junto al rumoreo nocturno de los caballos y
las fiestas cercanas a la orilla de la luna caída entre
las humillaciones más populares cercando el
camposanto de los hombres del hambre donde se
recomponen las más raídas y coléricas apariciones
-sin espacio- a ras de luna de ras y de agua detenida
en el milagro del terror -sin amor- todo todo roído
como antes de andrajos desafíos ojos hambrientos
amarillos de asesinatos no modernos no
contemporáneos a ras, a ras de agua podrida en su
pureza.
Sin embargo, yo estoy dormido como un indio que no ha
perdido el desierto.
¿Estoy moderno?
¿Estoy por irme adónde?
¿Oh, por abandonar la comarca e internarme en el mar?
¿O sólo al borde del mar?
Mientras cantas con la trompeta ronca de las
inemociones cargadas de las lágrimas del paisaje
desenvuelto por los trenes de los reyes guiados por
los ríos, aquí el velo de sangre duerme sobre los
arenales seguros de encantar a un cuerpo joven y
caliente junto al rumoreo nocturno de los caballos y
las fiestas cercanas a la orilla de la luna caída entre
las humillaciones más populares cercando el
camposanto de los hombres del hambre donde se
recomponen las más raídas y coléricas apariciones
-sin espacio- a ras de luna de ras y de agua detenida
en el milagro del terror -sin amor- todo todo roído
como antes de andrajos desafíos ojos hambrientos
amarillos de asesinatos no modernos no
contemporáneos a ras, a ras de agua podrida en su
pureza.
Sin embargo, yo estoy dormido como un indio que no ha
perdido el desierto.
¿Estoy moderno?
¿Estoy por irme adónde?
¿Oh, por abandonar la comarca e internarme en el mar?
¿O sólo al borde del mar?
Una reza
Reza por la reza de las apariciones ronca por la ronca de
las enterraciones y vuelve los ojos al paisaje metido
dentro de la carne y del fuego del movimiento
humano más real el de pasitos de hombres en el
espacio humillado por sus elegantes desnutriciones,
oh país límpido, intercambiado con tartamudos y
despanzurrados y afeitados por el llano y
asesinadores engendrados en las negras copulaciones
entre ramos y entre santos de ojeras casi naturales
yo exclamo que duermo sobre la arena caída en la
desventaja de mis maduraciones que sollozan todo el
poder del fuego.
Yo, que tengo el alimento más moderno, estoy rastreando
el invierno y las pudriciones de estos llanos.
Tembladerales de oro
In memoriam Alfredo Martínez Howard
El dolor ha abierto sus puertas al agua de oro del oro que
arde contra el oro el oro de los ocultos tembladerales
que largan el aire de oro hacia los rojos destinos
pulmonares con el acuerdo de los fantasmas de oro
coronados por los juncos de oro bebiendo los
caballos de oro los troperos de oro envueltos en los
ponchos de oro -a veces negro a veces colorado
celeste verde- y el caballero que repasa las lagunas de
los oros naturalmente populares el que se embarca
en las balsas de oro con todos los excesos de
pasajeros de oro que manejan los caballos de oro con
los rebenques de oro bebiendo en la limetilla de oro
del barro de oro de los sueños de los frescos del
oro entre la majestad de las palmeras de oro y de los
ajusticiados y degollados en las isletas de oro bajo de
yacarés de oro del oro del Amor.
Madrugada clara
Pero confieso todo quiero cantar e irme durmiendo con
mi ojo de infierno a ras a ras del rezo entre los
espartillos del invierno y del verano sin epílogo
histórico sin capítulo cerrando al estilo del buen
cuento jurídico y civil quiero descubrir por qué
estas aguas se pudren en su belleza por transfusión
de sangre y pobres bocas muertas sonriéndole
al espacio del ras.
El canto no popular
Yo, el rastreador que ha dormido en los
atrasos de
la luna en los atajos peninsulares, y ahora
siento
el canto del desahogo, a través del
orgulloso coraje
oh mis pequeños seres del desamparo,
canto
mi canto con un lenguaje no popular, pero
cercano
a vuestros vestidos miserables
El vestido las telas livianas de las mejillas
despintadas
el olor de los motines talados de la miseria
siempre
en las flor del fuego del pensamiento
destruido
sin nacimiento en las coloridas y
espléndidas
organizaciones de las albas lujosas de todos
los días
de todos los montones de días ligeros y
azucarados
por las cañas dulces solares irredentas
ininterrumpidas feroces vivientes de la
irrectitud
siempre anárquica del espacio siempre
moderno
y siempre solidario con los cantos de las
invisibles
deidades y de los otros personajes reales
asombrados
de la miseria de los sucios paisanos que
encienden
el clavel del esperma nocturno sifilizado y
demente
y excitado por los cerdos.
Oh, en mi escenario, de rodillas. Cocinas
conteniendo
el aliento del dormido rencor en la palidez
del alba.
Oh, gente sin viajes, que no puede fumar
en el
fuego del universo su tabaco de miel
arrollada por
el invierno, su comida de humo bañando el
ligerísimo
mosquitero de rabia del color el color que
no trajina
por las camas y que sólo saluda a la sombra
con
sombrero del Ave María en el altar de los
santos
ensordecidos por los fétidos besos.
Oh, mí, el rastreador que ha dormido tirado
entre
los yuyos, entre la ferocidad joyal de las
palmeras
en el borde del agua, y de una cocina sucia
llena
de lechos sucios y de tarros con jazmines
calentados del ex-alba.
Reza por la reza de las apariciones ronca por la ronca de
las enterraciones y vuelve los ojos al paisaje metido
dentro de la carne y del fuego del movimiento
humano más real el de pasitos de hombres en el
espacio humillado por sus elegantes desnutriciones,
oh país límpido, intercambiado con tartamudos y
despanzurrados y afeitados por el llano y
asesinadores engendrados en las negras copulaciones
entre ramos y entre santos de ojeras casi naturales
yo exclamo que duermo sobre la arena caída en la
desventaja de mis maduraciones que sollozan todo el
poder del fuego.
Yo, que tengo el alimento más moderno, estoy rastreando
el invierno y las pudriciones de estos llanos.
Tembladerales de oro
In memoriam Alfredo Martínez Howard
El dolor ha abierto sus puertas al agua de oro del oro que
arde contra el oro el oro de los ocultos tembladerales
que largan el aire de oro hacia los rojos destinos
pulmonares con el acuerdo de los fantasmas de oro
coronados por los juncos de oro bebiendo los
caballos de oro los troperos de oro envueltos en los
ponchos de oro -a veces negro a veces colorado
celeste verde- y el caballero que repasa las lagunas de
los oros naturalmente populares el que se embarca
en las balsas de oro con todos los excesos de
pasajeros de oro que manejan los caballos de oro con
los rebenques de oro bebiendo en la limetilla de oro
del barro de oro de los sueños de los frescos del
oro entre la majestad de las palmeras de oro y de los
ajusticiados y degollados en las isletas de oro bajo de
yacarés de oro del oro del Amor.
Madrugada clara
Pero confieso todo quiero cantar e irme durmiendo con
mi ojo de infierno a ras a ras del rezo entre los
espartillos del invierno y del verano sin epílogo
histórico sin capítulo cerrando al estilo del buen
cuento jurídico y civil quiero descubrir por qué
estas aguas se pudren en su belleza por transfusión
de sangre y pobres bocas muertas sonriéndole
al espacio del ras.
El canto no popular
Yo, el rastreador que ha dormido en los
atrasos de
la luna en los atajos peninsulares, y ahora
siento
el canto del desahogo, a través del
orgulloso coraje
oh mis pequeños seres del desamparo,
canto
mi canto con un lenguaje no popular, pero
cercano
a vuestros vestidos miserables
El vestido las telas livianas de las mejillas
despintadas
el olor de los motines talados de la miseria
siempre
en las flor del fuego del pensamiento
destruido
sin nacimiento en las coloridas y
espléndidas
organizaciones de las albas lujosas de todos
los días
de todos los montones de días ligeros y
azucarados
por las cañas dulces solares irredentas
ininterrumpidas feroces vivientes de la
irrectitud
siempre anárquica del espacio siempre
moderno
y siempre solidario con los cantos de las
invisibles
deidades y de los otros personajes reales
asombrados
de la miseria de los sucios paisanos que
encienden
el clavel del esperma nocturno sifilizado y
demente
y excitado por los cerdos.
Oh, en mi escenario, de rodillas. Cocinas
conteniendo
el aliento del dormido rencor en la palidez
del alba.
Oh, gente sin viajes, que no puede fumar
en el
fuego del universo su tabaco de miel
arrollada por
el invierno, su comida de humo bañando el
ligerísimo
mosquitero de rabia del color el color que
no trajina
por las camas y que sólo saluda a la sombra
con
sombrero del Ave María en el altar de los
santos
ensordecidos por los fétidos besos.
Oh, mí, el rastreador que ha dormido tirado
entre
los yuyos, entre la ferocidad joyal de las
palmeras
en el borde del agua, y de una cocina sucia
llena
de lechos sucios y de tarros con jazmines
calentados del ex-alba.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario