"...Tengo ganas de leer algo hoy, me sangra la poesía por la boca..."

Este blog surge de la necesidad de crear un sitio virtual dedicado a la vida y obra del poeta Francisco Madariaga (1927-2000).
Necesidad de adaptar la difusión de la obra a los tiempos que corren, y utilizar éste como un canal más, e indispensable, para dicho cometido.

En el podrán encontrar: información biográfica y bibliográfica, listado de libros publicados, antologías del país y del exterior, listado de premios recibidos, fotografías, videos, audio, antología poética virtual, novedades editoriales, etc.

Esperamos que disfruten de su paso por aquí, lo utilicen como un sitio de consulta y lo difundan entre los posibles interesados.
Los saludamos e invitamos a sumergirse en este virtual
Rincón del Infinito.
"Entonces, a no gemir, mi lejano palmar,/ cuando yo muera,/ porque somos un pormenor de presencia de lo/ inmortal."

viernes, 17 de abril de 2009

Texto leído el 7 de junio de 2000, en el restaurante El Rancho de…, de Entre Ríos 1800.

Francisco Madariaga
Por Gianni Siccardi

Hoy voy a decirle a Madariaga algunas cosas que le debo desde hace años.
Y estoy seguro de que no es un abuso de mi parte porque sé que muchos de los que hoy están hoy aquí podrían decirle cosas similares.
Entre muchos, elijo algunos momentos.
Ante todo, uno muy importante para mí: el del clima encantado de mi primera juventud.
“Yo soy un niño encantado y nadie me podrá recibir”.
Éramos muchachos. Algunos desde chicos, otros desde la adolescencia, algunos desde hacía poco, todos estábamos hipnotizados; vivíamos bajo el hechizo de la poesía. Algunos sólo por un verano, en el confuso, breve, caprichoso sueño del que aún no ha encontrado un lugar en el mundo al que está destinado a servir. Algunos, para entrenar su voz en el amordazado grito, el lamento –justificado, claro- por la insensatez del mundo. Y otro –los menos- que no tenían ningún mensaje, ninguna certeza, pero habian sido “heridos por la plenitud del Universo”.
Ellos sabían -mas clara o mas oscuramente- que “jamás terminará, es infinita esta riqueza abandonada”.
No sabían si eran poetas, pero estaban decididos a no usar la poesía. (Lea el texto completo)

Vislumbraban –mas clara o mas oscuramente- que ya no podrían hacer otra cosa que ser parte –infinitesimal, tal vez- pero parte de “esa tribu dispersa por el mundo, cuyos miembros se ignoran mutuamente y sin embargo reparan en común los hilos rotos de una gran red de belleza”. No estaban seguros de ser poetas pero sabían que “la poesía es un hada bellísima, fanática, feroz, puesta sobre la tierra exclusivamente para salvar el amor humano y todos los amores”.

Entonces éramos muchachos y la poesía nos reunía. En casa de uno o de otro nos encontrábamos. Se corría la voz y allí llegábamos. Alguno con el libro de uno de los poetas que todos ya habíamos aprendido a amar, alguno con el tesoro, la sorpresa de un poeta que había descubierto y era desconocido para los demás.
La emoción de la poesía descendía entre nosotros y nos amparaba. Así conocimos a nuestros padres y a los mas cercanos, nuestros hermano mayores. Muchos fueron los poetas que leímos pero algunos nos acompañaron siempre: Juanele, Girondo, Molina, Aguirre, Bayley, Madariaga, Trejo, Vanasco.

Muchas veces era yo quien sorprendía a los otros con un libro nuevo que caía sobre nosotros como un diluvio. Es que había descubierto un lugar mágico: la librería Galatea en Viamonte y Florida. El dueño era un francés con una enorme pipa entre los dientes, una de esas pipas en forma de saxofón en miniatura como se veían en algunas viejas películas de marinos. En una enorme mesa había una arbitraria montaña de libros y revistas de poesía. Uno dudaba. Allí estaba todo lo que uno deseaba poseer. El francés llegaba sigilosamente por detrás, extendía la mano certera y con la pipa señalaba un libro. Uno quería llevarlo todo, abrazar esas pepitas de oro, pero no tenía dinero para mas que para uno o dos libros. Y salía con los que la pipa había señalado: La vigilia y el viaje, El pequeño patíbulo, En la masmédula, La línea de flotación. Un día en libro señalado fue Corps et biens y sus siete maravillosos poemas “a la misteriosa”. La pipa fue imperiosa, y lo llevé, afortunadamente. Nunca tuve que arrepentirme de confiar en la pipa.

“Yo soy un niño y nadie me podrá recibir”. Algunos –en nuestros mejores momentos- también éramos niños a los que nadie podría recibir.
Sí, estábamos solos. Ahora miro hacia atrás y me doy cuenta. Éramos sólo unos muchachos y estábamos descubriendo algo tan gran que parecía imposible alcanzar. Lo que estaba en claro es que no se trataba de rebajar la poesía hasta nuestro nivel.
A pesar de que no los conocíamos personalmente, que reconfortante era tener padres y hermanos mayores: un bálsamo, un oasis. Nada nos hubiera impedido conocerlos. Lo impedía nuestro pudor, al menos a mí me lo impedía, Los veíamos como a una secta sagrada, una fraternidad empeñada, confabulada, para crear esa poesía que era la única en la que creíamos. Los poetas de la revista Poesía Buenos Aires y las huestes de Pellegrini eran para nosotros la misma cosa. Madariaga, que sigue amparándonos, era un de los que nos amparaba. Cuando alguien leía, por ejemplo, “ten el valor perfecto de tu gracia”, cuando alguien repetía por centésima vez “La negra y el calmante” y se exaltaba declamando: “Oh desconsuelo, ven a mi. Oh, amor, domina en mí. Oh, tentación, degüella en mí”. A veces, Madariaga sólo estaba en la cómplice sonrisa de alguno que, antes de leer un poema propio, decía: “tengo ganas de leer algo hoy, me sangra la poesía por la boca”.

“Ten el valor perfecto de tu gracia”. Y algunos lo sentíamos como un mandato natural, algo perfectamente de acuerdo con lo que ya sabíamos. Un plan de vida que temíamos no tener la decisión necesaria para cumplir. Pero, ¿Qué sería la vida, sino una tontería si uno no tenía el valor perfecto de su gracia?
Algunos sabíamos que cuanto mas nos acercábamos a poesía como la de El pequeño patíbulo mas nos alejábamos de ese patíbulo que acecha a cada uno. “¿Quién es el hombre que resiste a este otoño podrido por el infinito?”. Miro hacia atrás y pienso que sin un cierto grado de inocencia no hubiéramos elegido ese camino, Aunque quizá no elegimos, no tuvimos opción.


Pasaron años. Cada tanto nos reuníamos con Aguirre en un bar frente a la estación de Colegiales. Un día yo estaba enredado en ciertos pensamientos, ciertas dudas. Muchos son poetas sólo en el momento de la creación –decía yo-, arte y vida, entonces, pueden llegar a ser conflictivos. Algunos, creo, logran vivir como poetas. Y pregunté: esta unidad o esta falta de unidad, ¿no te parece que se reflejan en la obra? Si –dijo Aguirre-.
Y después de un rato: Madariaga es un buen ejemplo. Es uno de los pocos en que poesía y vida coinciden.

En el 69 trabajamos con Juan Antonio Vasco en la misma empresa. Cambio de horario había sido uno de los libros señalados por la pipa.
Vasco era de una inteligencia superior, y contaba –con un ingenio y una gracia infinitos- los hechos de su juventud. Tenía una gran admiración por Madariaga y una memoria que le permitía recitar poemas enteros o citar un verso –generalmente de El pequeño patíbulo o de Las jaulas del sol- en los momentos mas inesperados. Y recitaba poemas como si estuviera leyéndolos. Un día se interrumpió en medio de un poema y dijo: es un poeta congénito. Y siguió con el poema. Vasco era feliz en esos momentos.

Ahora, Bayley. Madariaga solía estar en nuestras conversaciones. Esa noche estábamos en la vieja pizzería de Charcas y Pueyrredón. Triturábamos con desgano unas empanadas que escondían un torturado mundo interior (ya no hay peligro, quebró hace mucho tiempo, naturalmente). Bayley tomaba a pequeños sorbos un tinto natural. Yo tomaba una coca, mi borgoña infantil artificial. Cada uno hacía su trabajo. Todo estaba ordenado: yo trabajaba de náufrago, Bayley trabajaba de faro. Y Madariaga entró en la conversación. Yo no lograba descubrir el misterio de su poder de encantamiento. Bayley levantó la ceja derecha, bajó la izquierda. La frente crispada. Su vos imperativa dictaminó como para desechar cualquier apelación: Francisco es un chamán.

No apelé. Yo había pensado en la galera y los conejos, Había pensado en vidente, claro. Conocía su propósito de ser criollo hasta la última coronación de la hermandad. Y me gustó lo de chamán. Un chamán –pensé- es alguien que ha superado todo rastro de ingenuidad y ha conservada intacta la inocencia. Y recordé su declaración de “Carta de enero”: “yo soy un niño y nadie me podrá recibir.
No apelé.

Madariaga me ha retado más de una vez porque dice que soy sarcástico. Voy a pedirle perdón por anticipado porque ahora estoy por darle otra oportunidad.

Un día en la SADE (perdón por la palabra) escuché a una señora decir con voz definitiva y elogiosa: “Madariaga canta el paisaje”. Después de subrayar la sentencia, su mirada se dirigió hacia la lejanía. Adiviné que allá a lo lejos ella divisaba su figura (mucha mas delgada que su realidad) brillando, brillando para siempre. Dije para mi mismo, con un tonito entre indignado y despectivo: deje de lado la etiquetadota mental, señora; lea “Carta de enero”; créale cuando dice: “yo no quiero cantar países natales,/ sino medallas de carne de sol,/ telas de la naturaleza,/ conciertos de las tumbas salvajes,/ hijas de la ternura natural”. Créale también cuando dice: “yo soy un niño y nadie me podrá recibir”; pero no le crea todo lo que dice, porque el no tiene “ese nativo puro que arroja los paisajes por la nariz. ¿Comprende, señora?
Madariaga no canta el paisaje, Madariaga es el paisaje.
Y dije todo esto para mi, porque otra cosa era inútil. Cuando volví a mirarla arrobada con la lejana y brillante visión de sí misma.
Caso cerrado.

Bayley, otra vez.
Una noche caminábamos por unas calles semidesiertas. Él iba callado, quiero decir, significativamente callado. Yo, a pesar de que no soy muy perspicaz, acompañaba su silencio esperando alguna señal. De pronto se detuvo y dio un paso hacia atrás. Francisco –dijo con voz paradójicamente confidencial desde la distancia- Francisco me ha dicho que no va a seguir escribiendo.
Estuvimos un rato así. La calle estaba desierta, o así la recuerdo. Comprendí que el comprendía esa situación, que el también la había vivido. Y supe que el sabía que lo había adivinado. Había una gran densidad. Nunca me he sentido tan cerca de Bayley. Las largas charlas que hemos tenido jamás nos acercaron tanto como ese silencio en esa calle silenciosa. Entonces, el habló. Francisco va a volver a escribir, es solo un momento, dijo con es ternura que tanto se empeñaba en ocultar pero que todos sospechábamos. Paternal para mí, fraternal para Madariaga.
Empezamos a caminar. Y costaba interrumpir el silencio. Yo sabía, y él supo que yo sabía. Caminamos. Y la calle seguía desierta.

Francisco (le llamo Francisco pero para mi fue, es y será siempre Madariaga), y todavía te preguntas : “¿fui capaz de triturarlo todo por ti, vieja Poesía?” Vamos, Francisco, no estamos para bromas.
Recuerdo una vez mas tu verso: “yo soy un niño y nadie me podrá recibir”. Y te lo digo, y estamos diciéndotelo todos los que estamos aquí y otros que no han podido estar: te lo aseguro, te recibimos. Vaya si te recibimos, o al menos lo intentamos. Francisco, poeta niño, poeta verdadero.
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IX Festival Internacional de Poesía en Medellín - Revista Prometeo

(PARTE 1) Entrevista en la Universidad Nacional de Entre Rios-Concepción del Uruguay 1997

(PARTE 2) Entrevista

(PARTE 3) Entrevista

AGRADECEMOS PROFUNDAMENTE LA GENTILEZA DE LA SECRETARÍA DE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Y CULTURA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE ENTRE RÍOS POR LA AMABILIDAD EN FACILITARNOS ESTE MATERIAL DE SU ARCHIVO. AGRADECIMIENTO ESPECIAL AL SR. HUGO LUNA, EL ENTREVISTADOR, QUE SE CONTACTÓ POR MEDIO DEL BLOG Y GESTIONÓ LA POSIBILIDAD DE CONTAR CON ESTE MATERIAL.

(PARTE 1) Recitado en la Universidad Nacional de Entre Ríos-Concepción del Uruguay 1997

(PARTE 2) Recitado

(PARTE 3) Recitado

Audio: Un adelanto de la nueva sección

Fuente: Francisco Madariaga, El tren casi fluvial (poemas en cassette), 1990, Ediciones Circe-Último Reino. Digitalizado a cd y facilitado por Daniel Chirom.

Novedad editorial 2009 Antología: "UN PALMAR SIN ORILLAS" (Ediciones en Danza)

En 1998, dos años antes de que falleciera uno de los más grandes poetas argentinos, Francisco Madariaga, aparecieron editados, casi maratónicamente, sus últimos cuatro títulos. Luego sobrevino el inexorable silencio que la literatura argentina reserva a sus grandes figuras, que ocasionalmente vuelven a redimirse con publicaciones en el extranjero. Afortunadamente, con el lanzamiento de Un palmar sin orillas, el destino permitió que un sello argentino rindiera el tributo necesario a una obra ineludible. Esta aguardada antología recopila poemas de todos los libros publicados por Francisco Madariaga, seleccionados por Javier Cófreces y Eduardo Mileo, con la cooperación de la poeta Élida Manselli, y además ofrece un dossier fotográfico del genial “Criollo del universo”. Fuente: http://www.edicionesendanza.com.ar/novedades/novedades.html - -
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NOTAS PERIODÍSTICAS ACERCA DE:
"Un palmar sin orillas"

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-Madariaga no cantaba el paisaje, tenía “ese nativo puro que arroja paisajes por la nariz”, Madariaga era el paisaje.- L.M.

Francisco Madariaga Blog en la Revista Ñ del Diario Clarín (18/04/09)

Generación Abierta en radio - 31/10/09 - Entrevista acerca del blog

Emisión 111 del 31 de Octubre de 2009. Voces de la Memoria: Francisco Madariaga, en la voz de Lucio L. Madariaga. Diálogo en vivo.