"...Tengo ganas de leer algo hoy, me sangra la poesía por la boca..."

Este blog surge de la necesidad de crear un sitio virtual dedicado a la vida y obra del poeta Francisco Madariaga (1927-2000).
Necesidad de adaptar la difusión de la obra a los tiempos que corren, y utilizar éste como un canal más, e indispensable, para dicho cometido.

En el podrán encontrar: información biográfica y bibliográfica, listado de libros publicados, antologías del país y del exterior, listado de premios recibidos, fotografías, videos, audio, antología poética virtual, novedades editoriales, etc.

Esperamos que disfruten de su paso por aquí, lo utilicen como un sitio de consulta y lo difundan entre los posibles interesados.
Los saludamos e invitamos a sumergirse en este virtual
Rincón del Infinito.
"Entonces, a no gemir, mi lejano palmar,/ cuando yo muera,/ porque somos un pormenor de presencia de lo/ inmortal."

miércoles, 6 de mayo de 2009

Ensayo de Sergio De Matteo

Me sangra la poesía por la boca
Concomitancias en la frontera de la lengua

Sergio De Matteo
Ensayo

La poesía hermana y une con lazos indisolubles a todos los espíritus que la aman. Aunque ellos persigan en su vida particular las cosas más dispares, aunque uno desprecie absolutamente aquello que para el otro es lo más sagrado, aunque se subestimen, se ignoren unos a otros y permanezcan eternamente ajenos, sin embargo, en esta región se encuentran unidos y en paz, en virtud de un poder mágico superior. Cada musa va en busca de la otra y la encuentra, y así todas las corrientes de la poesía confluyen en el gran mar universal.
Friedrich Schlegel


Ante todo y por sobre todo, el pensador y el artista tienen una misión intransferible, superior a su voluntad, que es la de revelar lealmente aquello que suscitan en él las cosas del mundo en que vive.
Ezequiel Martínez Estrada

Quien no pueda tomar partido debe callar.
Walter Benjamin

Nadie escriba esta frase/ que no la firme.
Ingeborg Bachmann

Tengo ganas de leer algo hoy.
Me sangra la poesía por la boca.

Francisco Madariaga


La que se deja escuchar.
La que pasa música de los vientos.
La que se defiende de la aldea global
sólo con las palabras

Ricardo Fonseca



Han transcurrido algunos años del siglo XXI y la tendencia globalizadora fue cinchando sus correas de transmisión un poco por todas partes; en determinados lugares llegó de modo intempestivo, en otros, gradualmente; pero no queda duda de que se está viviendo en el seno de la utopía realizada del liberalismo con la circulación mundial de mercancías. En cierta medida, se impuso a regañadientes dicha biopolítica, donde subyugan a los consumidores las corrientes icónicas del libre mercado; escenario simbólico sostenido, aún, por una seudo-filosofía que tiene sus flancos débiles cuando se la interpela e intima.1 (Lea el texto completo)(continúa)
[1] Estas anotaciones estaban pensadas y trazadas antes de los acontecimientos del último semestre del 2008, donde el capitalismo cayó, en parte, por su propio peso, por su desmesura y las insostenibles burbujas de inversiones inexistentes o desdibujadas de su realidad. Por lo tanto, he preferido dejarlo sin modificaciones sustanciales para que sirva como documento de análisis, de mirada al sesgo; incluso, si se considera a la concepción política como el lugar en donde se diseña la propia acción y desarrollo de los hechos de la historia, este ha sido un tanteo de lo que nos sucedía; y teniendo en cuenta esta paradoja neoliberal, que ahora recurre para salvaguardar la renta privada al Estado, se refractan y retifican algunos de sus supuestos. Entonces, como todo acto de cultura es cruzado y modificado por decisiones biopolíticas, no estaría mal plantearse también las incidencias de las obras artísticas en el discurso de los políticos, sobre la contaminación e intercambio interdiscursivo en la misma arena política. Porque en las políticas de Estado, como en las estrategias de las políticas culturales y sociales, también son necesarias coordenadas como tiempo y espacio, que sirven como guías para dar el paso real (a pesar del dominio de la imagen, del simulacro y de los espectros) para la aplicación objetiva de la fuerza, y que esa correlación de fuerzas sea la consecución de los espacios de poder. El ejercicio del poder, diría Foucault, se lo reconoce poseyéndolo o siendo uno de los cuerpos en donde se lo aplica. Pero sólo se puede hablar del combate, cuando se acepta estar dentro del combate; porque tanto la política, como la cultura, ha inferido Edward Said, son un campo de batalla en donde se dirimen cosmovisiones del mundo y sus trasvasamientos genuinos o ilegítimos al conjunto.
En la masa global no hay un “afuera”, aseveró la crítica literaria Josefina Ludmer 2.
[1] Josefina Ludmer, “Elogio de la mala literatura”, entrevista de Flavia Costa, revista de cultura “Ñ”, nro. 218, sábado 1° de diciembre de 2007, diario Clarín, Buenos Aires, págs. 6-9.
En tal coyuntura se libra una lucha en todos los campos de producción, tanto en lo económico, político como cultural. En la despareja distribución de la riqueza un grupo limitado de ciudadanos disfrutan de los beneficios de la renta, la producción y la exportación; aunque disguste también hay otros que acumulan capital a través de sueldos, jubilaciones de privilegio y negociados de la corrupción. Por eso la gran adhesión a este modelo es de parte de profesionales, empresarios, productores e intermediarios agrícola-ganaderos, deportistas, políticos, incluso artistas, además, muchos de ellos, han estudiado en los claustros universitarios públicos. Si se realizara un paneo de sus habitus, se obtendrá como resultado que casi todos, de una u otra forma, marcan la diferencia con los marginados o excluidos del sistema. El antropólogo Néstor García Canclini explica que la pertenencia al status quo se encuentra determinado por el “consumo”. Por eso las agencias publicitarias invierten grandes presupuestos en la industria del entretenimiento para afianzar la sociedad espectacular, quedando relegada y en inferioridad de condiciones la formación de sujetos críticos ante el despliegue de tamaña violencia semiótica y cierta anomia gubernamental.

Muchas cátedras, instituciones intermedias y estatales, medios de información, que participan del debate ideológico y estético demuestran que el mismo está un poco devaluado y constreñido. Pero a pesar de una realidad contrastante, resulta muy cierto que todo se ha puesto otra vez en discusión: categorías y conceptos, escuelas y pensamientos. Es preferible ese vacilar de las cosas antes que la homogeneidad simbólica propuesta por el “neocolonialismo”. En consecuencia, se debe discrepar y contraatacar al conformismo que aceptó sin muchas luces el afianzamiento de lo que se denominaba “el fin de la historia”, que, a grandes rasgos, pretendía en el momento de su mayor auge vaciar de “contenido y acción” a nuestra historia. Su objetivo era desplazar hacia la periferia las reflexiones de los militantes de la alteridad y de la convivencia multicultural, para imponer un posmodernismo chato y rayano, egoísta y hedónico, en fin, ultra-individualista, ajeno a la cotidianidad sudamericana. Con ese avance estratégico pretendían sujetar a los “sujetos” en los resabios territoriales desterritorializados del viejo “imperialismo”.
Pero nuestra región emerge con una potencia inusitada, y cuando se dice región no pensamos ni reducimos la acepción al Estado-nación que todos conocemos, sino que la referencia es a la patria centro-latinoamericana, a esa enorme red de multiplicidades que se despliega como una telaraña en cada uno de los procesos abiertos en las aldeas “glocales”. Son pueblos que han tenido su propio origen y elaboraron el sensorium que los identifica, pero la conquista ultrajó y destruyó sus particularidades, apropiándose del capital humano, económico y cultural. Nosotros, los transplantados, somos deudores eternos de esa vejación y omnipotencia. A lo largo y ancho de este territorio se cuenta una historia semejante, la que corresponde a poblaciones oprimidas, postergadas, a las que se intentó aculturar; pero su resistencia es ejemplificante ante la sanguinaria maquinaria occidental y han logrado subsistir, conservar sus costumbres y tradiciones. No obstante, el “rey” Juan Carlos y el “papa” germano Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) niegan las trapisondas del poder colonialista, aludiendo de que la evangelización del subcontinente no supuso una alienación de culturas precolombinas ni fue una imposición de una cultura extraña. No hay nada más alejado de la realidad que las opiniones mesiánicas; la contracara de esa ironía recae en las multitudes de mujeres y hombres que en Abya Yala se preparan para la liberación. Este temperamento se encuentra encarnado en la idiosincrasia de un colectivo que ha sido bastardeado y solapado durante siglos por las teorías y las modas importadas desde Europa o Norteamérica, a las que se adhirieron de inmediato intelectuales orgánicos imponiendo desde sus intervenciones “el miedo de ser uno mismo”.

En la actualidad, en el “presente” de la historia, el espacio público ha sido mutilado por el discurso hegemónico que, al estar controlado por los dispositivos reguladores dependientes del Imperio, se encuentra irrupcionado por una emergente práctica agitadora que tiene nuevamente rostros, los cuales pertenecen a los vecinos, a la gente del común; así de sencillo, sin retóricas ni nada. En esos conflictos de poderes también han surgido líderes que ordenan y reconducen las energías, elaborando proyectos que coadyuvan y contienen a la comunidad. En tanto, la muchedumbre se encolumna como reguero de pólvora y eso causa resquemores en los que sostienen y sostuvieron los privilegios de una elite impiadosa, injusta y mercenaria. Está encendida la chispa revolucionaria exigida por Walter Benjamin, el tiempo-ahora 3 con su expectativa mesiánica, en la que los oprimidos, los humillados y ofendidos cobrarán sus deudas a la clase dominante y habrá, indudablemente, una fiesta de resurrección para los condenados de la tierra.
[3] Walter Benjamin, “Tesis de la filosofía de la historia”, en Discursos interrumpidos I, Taurus, Buenos Aires, 1989.
Y el cambio es factible, aunque el andamiaje capitalista parezca inmune, sus etapas están agotadas, sólo intenta prolongar su agonía, ya se acaba el curso homogéneo, ceremonial o ritual de los vencedores. La dialéctica señala que es la hora para el “salto del tigre” de la gran aldea sureña que, acostumbrada a las discontinuidades, a las rupturas y fracturas, todavía pueden retomar los modelos alternativos que se propusieron antes de que las dictaduras y la escuela de Chicago debilitaran con sus planes y recetas a los movimientos populares. No hay que olvidar que las recetas del soberano capital condenaron a las mayorías a sobrevivir presas del esfuerzo y la fatiga; y que los geopolíticos llamaron Tercer Mundo (con sus indios, mestizos, negros, proletariado urbano, inmigrantes rurales, etc.).

El sociólogo Eduardo Grüner manifiesta que: “La producción cultural, estética y literaria (y por supuesto, en primer lugar, la producción de la experiencia existencial) de las sociedades colonizadas, descolonizadas y re / neo / postcolonizadas en el transcurso de la “Modernidad”, no es otra cosa —en toda su compleja multiplicidad— que una consciente o inconsciente pugna por la definición de nuevos lindes simbólicos, lingüísticos, identitarios…”. 4
[4] Eduardo Grüner: “De culturas e identidades nacionales, o que la verdad tiene estructura de ficción”, en Boletín de la BCN, N° 120 “Identidad cultural”, Biblioteca del Congreso de la Nación, Buenos Aires, 2000, p.19.
Es imposible abstraerse de tales circunstancias, de no ser rozado por la trama de las “grandes novedades” del cénacle “posmo” (ubicados en la antípoda de los “metarelatos” de la razón instrumental), porque el mensaje circula y se inocula en/por cada soporte que se ha inventado hasta ahora. En cualquier lugar del mundo —incluso en el mismísimo “in-between”— donde se encuentre un ser humano será afectado por estas decisiones, y ha de ser así aunque tenga una toma de posición propia, porque el sistema lo contamina casi todo con su imaginario y fustiga con sus convenciones en el entramado de “la pasión por lo real”. El imperialismo monta y reproduce en serie cadenas simbólicas y económicas con las que pretende cooptar toda forma de ideología ajena a sus predicamentos; pero es una metodología inviable en aquellos que están convencidos de ser artífices de su propio destino.
Aún así, más allá de ciertos aconteceres que inciden sobre la producción literaria, tanto en su génesis como en su divulgación, y en donde se estipulan parte de sus contenidos, es decir, la conformación del corpus y la legitimación del canon de una literatura regional o nacional, las mediaciones funcionan hasta que colapsan; hasta el punto en que estalla lo sociopolítico y ahí sí se deben tomar decisiones y asumir compromisos.

Teniendo en cuenta la sistematización de conocimientos, la elaboración de recursos y categorías de análisis, es posible entrever que algunas nociones prescriben y caen en desuso, otros se reciclan. El campo intelectual a modo de usina, frecuentemente, concibe e innova herramientas para explicar el comportamiento del “lenguaje-objeto”. Hay una cuestión que los estudiosos y los mismos creadores tienen bien en claro, y es que la literatura es un organismo que se rebela cuando encuentra encorsetamientos y se evade, huye de la cárcel de la lengua, prefiere y elige el proceso abierto, dialógico, inclusive, la inmolación de sí misma para reinventarse. Cada tanto se tiene una renovación de ideas, toda episteme responde a su tiempo histórico, por lo tanto hay cambios de paradigmas, el saber es dinámico, por eso se gestan nuevas teorías, otro “metalenguaje” para la investigación, y estos reacomodamientos suceden acorde a la funcionalidad del arte en el mundo. La literatura, en tanto producción discursiva, posee capacidades que le permiten en cierta medida salvar la coerción del lenguaje. Con Barthes se entiende, que sólo en la literatura se puede llevar a cabo un juego sucio del lenguaje; “sólo allí la pornografía, el lenguaje vulgar y sucio es permitido”. Pero hay más: el lenguaje literario, como producción simbólica, cuenta con numerosos instrumentos para escaparse del lenguaje hegemónico. Roland Barthes mismo nos dice que “la literatura es un modo de hacerle trampas a la lengua”. Entonces, que nos sirva como corolario para intentar comprender las concomitancias en la frontera de la lengua, donde se deshacen, pareciera, las reglas y principios que ordenan su funcionamiento, pero que como si fuera una verdadera metamorfosis modifica y amplia su registro, reingresando nuevamente al circuito de la misma lengua, devenido en otro, donde permanece anclado el significante, ya que los significados pasan. No hay equivalente, sino un fenómeno complejo e híbrido que cambia al primero y también así mismo: fundición en la fundación; y lo único que le resta en esa dialéctica es esperar su pronta institucionalización para su continua destrucción y renacimiento. Roberto Juarroz escribió: “Cuando un lenguaje se extravía en otro lenguaje,/ cada palabra o signo/ clausura su lugar;/ lo disimula/ como si alguien cerrara su casa/ para que nadie la ocupe o despoje/ mientras dure su ausencia.// Pero ningún signo o palabra/ vuelve nunca a su sitio./ Cuando un lenguaje se extravía en otro,/ también el otro se pierde en el primero.// Tal vez por eso/ cada palabra o signo/ debe volver a nacer constantemente en otra parte./ El lugar de una palabra/ es siempre otro”. 5
[5] Roberto Juarroz, Poesía vertical II, Emecé Editores, Buenos Aires, 2005, págs. 9-10.
Ludmer habla sobre una problemática que ha sido una marca persistente en la exégesis literaria de la modernidad, señalando la pérdida de autonomía del campo literario, y plantea como hipótesis que hemos ingresado en la “postautonomía”. Y esta concepción responde al hecho de la dificultad de trazar cierto tipo de fronteras y tensiones entre lo cultural, lo político y lo económico; por lo cual la independencia que gozaba respecto a las otras prácticas discursivas ha caducado. También explica algunos de los cambios que traen aparejadas las escrituras emergentes ante la contaminación y ambivalencia que presenta actualmente la literatura, entonces surge lo que ella denomina la “realidadficción”, y esta huella se encuentra muy presente en ciertos textos de autores nacionales.
Hay conjeturas que ayudan a redefinir el estatuto de estudio, a reponer saberes que quedaron subordinados por el auge de otras dominantes, por la preferencia y la preponderancia de una agenda de discusión con sus propios intereses. Frente a los esquematismos o alusiones deterministas que algunas escuelas vertebran, aludiendo que los ideologemas de la literatura no deberían interceder a modo de foco revolucionario en la sociedad de discurso, escrituras dirigidas (por qué no, disciplinadas) y sin contaminar que se proponen desde Buenos Aires, como lo fue en su momento aquella poesía objetivista en boga en la década del ‘90, y reducen u obvian el estado de conflicto, incluso sin diferenciar entre hombre y autor, entre territorio y nación, entre centro y periferia, etc.; entonces deberían revisarse estas posturas anodinas, en tal sentido el escritor Juan José Saer indica:

“Uno de los errores más frecuentes de esa crítica ha sido confundir la filiación política o las declaraciones estéticas de los autores (que pueden tener importancia en el dominio cultural) con la realidad textual; otro [...] el de posponer en un limbo oscuro todas aquellas obras que no entran en el sistema de una supuesta tradición, y, en los últimos tiempos, un tercero que modifica, por su importancia, la esencia misma de la crítica tradicional y exige una crítica no literaria de la crítica misma: la confusión permanente que ésta hace entre los productos de la industria cultural y las obras de creación propiamente dichas...”.
[1] Juan José Saer, “Literatura y crisis argentina”, en El concepto de ficción, Ariel, Buenos Aires, 1998, pág. 112-113.

Habría que relocalizar esta lectura circunscrita que hemos aludido y ampliar su radio de acción, pensando que se debe salir fuera de los dogmatismos, de los formalismos, que la literatura además de un ejercicio mental conlleva una praxis donde el ser de carne y hueso válida su toma de posición en el socius. Recordar que toda escritura está preñada de signos ideológicos y tiene detrás un coro polifónico, con matices múltiples, que se disemina a través de personajes de papel. Incluso apela a otros soportes, trasciende la idea de libro regido por la perimida lógica unívoca del campo literario, porque ahora está cruzado por otras cualidades, en permanente deconstrucción; es decir, “no hay fuera de texto” como insinuó Jacques Derrida. En consecuencia, Ludmer afirma que “se diluye el poder crítico, incluso subversivo que la literatura había asumido como política propia en la era de las esferas”.
Por lo tanto, pensar o re-pensar una literatura desde el interior del país es un desafío que muchos profesores, críticos, editores, escritores y poetas vienen haciendo desde hace bastante tiempo. Ejemplares son los trabajos de investigación en las Universidades Nacionales de Córdoba y de Rosario que, con los años, han logrado consolidar una vasta y auspiciosa bibliografía, la cual ha sido publicada a través de sus propias instituciones y por las editoriales que existían en el medio o sino por las que fueron surgiendo al fragor de la tarea. En ese sentido el Sur tampoco está exento de dicha labor, tanto en la Universidad Nacional del Comahue y San Juan Bosco (con sus sub-sedes), como la de la Patagonia Austral, en un rápido período han generado cátedras para estudiar las literaturas de la región, encuentros en donde debatir sobre estos avances teóricos y las producciones locales, y también, poco a poco, se están nutriendo sus bibliotecas de papers, publicaciones y textos significativos de sus propios participantes.

Estamos condenados, en nuestro propio discurso,
a expresar el poder mismo que nos domina

Eliseo Verón

“Una mirada impura desde el sur del mundo, excéntrica, abierta a las visiones del planeta, hecha de mixturas, cruces y culturas múltiples. No revuelto Gramajo uno de los platos preferidos por el general Roca, preparado por un subordinado, sino Revuelto Magallanes, el líquido ácido y adictivo que destilan los artistas descendientes de la desolación, los viajes, la conquista, los caciques, los europeos, los renegados y los excluidos. Revuelto como revuelta y mixtura; como rebelión y náusea; Magallanes como búsqueda absurda de otro mundo de esplendor y derrota. Un nombre no se debe explicar”. Estas eran las palabras que identificaban en el ciberespacio a la página www.revuelto.net, un sitio desde donde el poeta Cristian Aliaga abrió una brecha, un intersticio en los links del mundo global e irrumpió, de modo virtual pero concreta, toda una literatura, todo un arte, pensado y pergeñado acá en el Sur / Sur. Muchos más productores culturales venían desde antes dándole vida y sentido a la producción cultural patagónica, claros ejemplos son la revista Coirón, el grupo “Poesía en Trámite”, la revista-mural Cavernícolas, la “Joven Poesía Pampeana”, Canto Fundamento, entre muchos y que luego otros continuaron ese derrotero, arriesgando su cosmovisión en la red, en las imprentas, o en la organización de encuentros en la patagonia. Entonces, con la idea de que nadie en la patagonia espera a que le hagan las cosas y mucho menos que vengan a decir por ellos lo que ellos mismos tienen que decir, se han creado institutos y cátedras para estudiar nuestra literatura, editoriales y revistas ―Editorial Universitaria de la Patagonia, Revuelto Magallanes, Libros Celebrios, Editorial Limón, Bogavante; Patagonia/Poesía, Museo Salvaje, El Camarote, Verbo Copihue y muchos más―, encuentros y congresos ―Encuentro de Puerto Madryn, Culturas del Sur del Mundo, Jornadas de Literatura Patagónica de la Universidad de Trelew, Feria de la Palabra de comodoro Rivadavia, Jornadas de Literatura Argentina en la Patagonia de la Universidad del Comahue― que van conformando y consolidando un capital simbólico importantísimo para sumar e integrar el canon de la cultura nacional y latinoamericana.

Por lo tanto, la intervención cultural, la indagación del pasado ―desde un presente activo y crítico―, como algo que está vivo y puede reponerse, permite ese estado de tensión en el cual el ordenamiento ordinario de la realidad tambalea y se acomoda de una manera distinta. Un movimiento literario que se alimenta de obras realizadas y en construcción, que luchan, discuten, y se re-valorizan ―constantemente― en la instancia de lectura y réplica. Lo instaurado emite su lumbre, una estela que traza un camino que se amplía en los terrenos de la imaginación creativa, es como el ciclo de la semilla hasta que fructifica, y es desde donde se desprenden y animan múltiples posibilidades, puentes y atajos, vasos comunicantes que, en definitiva, hacen y dan sentido a una literatura, porque más allá del fenómeno agonístico, de las voces legítimas y relegadas que se enfrentan, siempre habrá para cada escritura una fiesta de resurrección.

No es pretensión de esta introducción hacer un registro cronológico de la producción poética que se desarrolla en la patagonia; tampoco mediante este trabajo se da como válida o se instaurará una nueva tradición que, en definitiva, vale señalarlo, se beneficia (y muchas veces amplía) con las operaciones que subyacen al análisis literario. Por otra parte, también es necesario aclarar que la selección y el estudio realizado por la crítica coadyuva, junto a las publicaciones motorizadas por editoriales y revistas, en la conformación de un corpus desde donde es posible armar el rompecabezas de lecturas y “mediar” entre las obras que se consideran legitimadas y las que se encuentran desplazadas.
Es oportuno agregar que, a pesar de la requerida imparcialidad del proceso, es determinante la posición que se ocupe, porque nunca un lugar es neutral, nunca se está en un no-lugar, siempre existe un interés por más soterrado que se encuentre; así como es imposible el grado cero de la escritura, tampoco la “cientificidad” habilita para eludir el compromiso de la clasificación ecuánime. Por lo tanto en toda investigación, en toda edición, es ineludible el recurso del recorte para poder ubicar a cada una de esas voces escogidas en las celdas que le corresponderían por el peso de su obra ―tarea que siempre estará condicionada por la influencia de las lecturas realizadas de los investigadores anteriores, de los grupos de estudio, de las instituciones, o del poder mismo―, facilitando todo ese conocimiento elaborado a priori la recusación o la confirmación del ordenamiento de las posiciones que ocupan ciertos autores en el campo cultural, de las obras legitimadas que forman parte del canon y la incorporación de otros.
En tal sentido a través de este prólogo podemos discutir y destacar la tarea de los poetas patagónicos ―aquellos que han logrado consolidar una obra, incluso focalizar la atención en los considerados excéntricos― con sus textos más relevantes, que refracten la situación de la lírica del sur argentino que se halla, desde hace tiempo, en estado de ebullición con su multiplicidad de estéticas. Incluso se puede arriesgar que, simultáneamente, están construyendo sus obras poetas de distintas generaciones, lo cual implica un rico panorama literario que oscila entre una herencia literaria ―oral y escrita― sólida, remota y múltiple, frente a los novedosos bienes culturales escritos por los más jóvenes y que son distribuidos bajo la alternativa de cualquier soporte.
Por lo tanto la lectura se sustenta en la articulación de la poesía elaborada en territorios colindantes que tienen un proceso histórico de base similar, comprendido en la exterminación de los pueblos originarios, la usurpación de sus tierras, el silenciamiento de las diversas culturas que ocuparon ―y ocupan― la patagonia desde tiempos remotos.

En líneas generales, es interesante el desafío de asociar los espacios geopolíticos en donde se elaboran prácticas de escritura disímiles, aleatorias, híbridas, y que a su vez se hallan sustentadas en micro-zonas de producción provincial o local. Entonces, es válido asumir el riesgo de hablar, apuntalar o anclar una poesía patagónica-argentina, a sabiendas de que generará resquemores y malentendidos. Pero ahí está el juego, el fenómeno agonístico, sostenido a un mismo tiempo por el énfasis individual y el carácter social de las obras y de los autores, interregno en donde domina y fructifica el lenguaje y se confunde y contamina entre enunciados, entre contextos, entre soportes.
Se piensan y exponen estas anotaciones teniendo en cuenta la idea de los componentes colindantes, exógenos, pero no desconocidos; junturas (ambas poesías) en las cuales se friccionan los límites 7 impuestos por el Estado-nación a sus provincias que, debido al fluido intercambio entre editores y creadores, cooperan en la disolución de las fronteras, operación que propicia un derrame cultural que hace factible de armar un cuerpo poético con las más variadas aristas y perfiles. Justamente, considerando que la lógica de la globalización lleva a una declinación de las líneas divisorias de los Estados-nación a favor de líneas divisorias del tipo “estados-región”, configuraciones regionales nuevas formadas por provincias cercanas en el espacio pero pertenecientes a diferentes naciones.
Refrenda lo dicho lo que sustenta la escritora Graciela Cros al señalar que “La Patagonia connotada fuertemente con la idea de Utopía, de no-lugar, de ausencia, opera en el imaginario global como tal, y hasta como ‘quimera’, cuando para nosotros es la experiencia de la periferia, el margen, la frontera, el desierto extendiéndose mucho más allá”. 8
[7] Señala Eduardo Grüner que “la cuestión de los límites es también, para la teoría literaria y cultural, la cuestión de sus límites” […] y agrega “sin embargo, hay una cierta incomodidad asociada al concepto de ‘límite’. Pareciera ser una palabra que indica una terminación, una separación infranqueable entre territorios, una nítida distinción entre espacios. Pero esa impresión puede resultar engañosa, o peor aun, paralizante, en tanto implica la idea de un borde preexistente, de un punto ciego preconstituido, y no de una producción de la mirada […] procuraré sustituir ese término por el de linde, con el que intento traducir la compleja noción del intersticio, del ‘in-between’ de Homi Bhabha, ese ‘entre-dos’ que crea un ‘tercer espacio’ de indeterminación, una ‘tierra de nadie’ en el que las identidades (incluidas las de los dos espacios linderos en cuestión) están en suspenso, o en vías de redefinición” Homi Bhabha: The location of culture, Londres, Routledge, 1996 […] “el concepto de ‘linde’ tiene la ventaja de llamar la atención sobre un territorio sometido, en su propia delimitación, a la dimensión del conflicto y de las relaciones de fuerza, donde el resultado del combate por la hegemonía […] es indeterminable pero no indeterminado, puesto que también él está sobredeterminado por las condiciones de su propia producción […] ese ‘tercer espacio’ también tiene sus propios lindes, en la medida en que la dispersión textual que supone en un extremo —la disolución de las lenguas y las identidades en la tierra de nadie—, supone, en el otro extremo, la permanente pugna por un reordenamiento, por una ‘vuelta al redil’ del texto en sus límites genéricos, estilísticos, incluso ‘nacionales’”.
[8] Concha García: Antología de poesía de la Patagonia, Servicio de Publicaciones Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga, Málaga, 2006, p. 13.
El conjunto de poetas patagónicos argentinos está compuesto por un campo heterogéneo de producción, causa directa de ello es la amplitud de la región, y conviven dentro de un bloque histórico concreto y determinante, una diversidad y polifonía de voces poéticas que se necesitarían varias páginas para bosquejar una aproximación y muestra total de la misma; por lo tanto se debe remarcar la complejidad del asunto porque esa multiplicidad se ve ensanchada en sus matices en la literatura en otras lenguas, las pertenecientes a las culturas originarias, o a la cultura galesa. Entonces, ante la imposibilidad de conocer a fondo cada una de sus manifestaciones y, también, por el respeto a especialistas en la materia (Eduardo Palma Moreno, Rodolfo Casamiquela, Ana Virkel, Liliana Ancalao, por nombrar algunos), se plasma en esta intervención la presencia e influencia de dichas culturas en la escritura que realizan los poetas contemporáneos. Sin lugar a dudas, estas particularidades (o influencias) se pueden encontrar en las masas textuales de Irma Cuña, Graciela Cros, Juan Carlos Bustriazo Ortiz, Carlos Sacamata, Niní Bernardello o Edgar Morisoli; porque cada uno de ellos estuvo atento a dicha herencia mítica y utilizó ese sustrato, incorporándolo en su cosmovisión latinoamericana de la cultura, de la política, y a través de los textos ficcionales como ensayísticos propusieron un modo de lectura reconocible en y de la “superestructura”; desde ya, cada uno con matices y giros propios en los tratamientos hechos de los símbolos y lenguas autóctonas.

Quizás, seguramente, el lector cuando termine la exposición introductoria note la ausencia de análisis de las propuestas poéticas de cada uno de los elegidos e incluso de fragmentos ilustrativos de sus textos: se prefirió efectuar en cambio un repaso de lo que sucede en el territorio y que las poesías se defiendan por sí mismas cuando ustedes las busquen; en el último trabajo donde se aborda una breve antología de poetas patagónicos queda, a grandes rasgos, bosquejadas las diferentes exploraciones y tópicos del sur del país. Tampoco se pretendió realizar un recorrido sistemático del proceso histórico en que se fundó lo que se llama o puede nominar “poesía (o poética) patagónica”. Se acentuó el trabajo sobre la vitalidad y el movimiento que hay en este momento en el sur, que ya sorprende a quienes desde siempre han tratado a cada uno de estos lugares “exóticos” como periferia, y hoy en día, es el lugar en la que irrumpe, crece y se fortifica una poesía de alto vuelo.

La poesía política está mal vista
Yo digo que la poesía es política

Graciela Cros

Los discursos políticos, mejor dicho, los discursos enunciados por los políticos han utilizado durante mucho tiempo el latiguillo de que “los jóvenes son el futuro”; y se podría decir que éste ha sido un recurso más que efectivo para la conformación y el copamiento de los lugares de representación de las distintas generaciones que integran una nación. También es un modo concreto de garantizarse esos espacios de poder en disputa y legitimación sin que intervengan, justamente, las fuerzas vivas juveniles que, la mayoría de las veces, han sido los que protagonizaron los grandes cambios del mundo. Esta estrategia siempre ha manipulado ―incluso cooptado― la participación de los jóvenes en la toma de decisiones importantes, y a través de promesas y prebendas fueron anestesiando ese campo subversivo y rebelde de por sí, mientras auguraban que una vez consolidado el sistema sociopolítico les pertenecería de pleno derecho.
El tiempo de los jóvenes en este país, a excepción de la lucha de los ‘70, siempre ha sido el futuro, un espacio ficticio que nunca jamás llegará, porque una vez transcurrido los años esos jóvenes no serían tan jóvenes ―cronológicamente― y ya vienen tras ellos las otras generaciones que piden y exigen ocupar esos lugares de decisión. En este sentido no se niega que haya pasos que cumplir, que existan coyunturas y un entramado de relaciones que respetar, pero vale considerar, ante la reiteración de una historia que no sólo excluye a los jóvenes en la toma de posición política sino que ha expulsado de la producción y reparto de riquezas a un gran número de argentinos de las clases más desprotegidas, que de alguna manera siempre en estos tiempos de aguas revueltas terminan aprovechando las oportunidades los mismos grupos sociales de siempre: la pequeña-burguesía, los ilustrados y la aristocracia.
Y en esa discordancia ante el poder unificador y subyugante, los poetas del sur, conscientes de las problemáticas sociales afincadas en cada una de sus ciudades, de sus territorios (que vienen siendo rapiñados por los extranjeros), vuelcan y convierten a la poesía en esa arma cargada de futuro que pidiera Gabriel Celaya. Citar Fáunicas de Claudia Sastre, Veneno para hormigas de Debrik Ankudovich, Calles laterales de Jorge Spíndola, Que extraño mundo extraño de Charlie Byrne, Conurbano sur de Ariel Williams, Shopping de la poesía y otras causas de Washington Berón, Piedrapalabra de Julio Leite, Pedregullo de Laureano Huayquilaf, Fábrica de esclavos de Román Cura, entre otros, como obras señeras de una forma de escribir y de deconstruir el poder, las reglas, las instituciones, es una acepción que no es sólo emblemática sino que corresponde a un registro concreto de toma de posición, donde una obra, aunque de escasa tirada, irrumpe en el desnutrido y vilipendiado contrato social y narra sin mordazas lo que la elite falsifica y silencia con la compra de los soportes multimediales.

Entonces, a pesar de estar leyendo desde la esfera del arte, es y sería viable la re-construcción de un sensorium que abarque a estos desclasados ―que forman parte de los residentes de la patagonia, de los que integran también un país denominado Argentina―y teja una red solidaria entre los fragmentos dispersos que deja y dejará el neoliberalismo globalizado. Por lo tanto, una de las prácticas que la crítica y la creación literaria debería reponer es el “salto del continuo histórico” como propusiera Walter Benjamin. Y ese salto sólo podrá ser posible darlo conociendo ese pasado que irrumpe y determina nuestras acciones en el presente, al resignificar cada una de las ausencias que nutre ese rico pasado, hoy rearticulado en un presente en ebullición y diverso, en la voz de la poesía. Por eso hay que regenerar tanto en los escritores como en los lectores el acto subversivo que sobrelleva la práctica de la literatura ajena el mercado de valores, es una posible táctica, o estrategia, para acariciarle la cola al poder, principalmente al que arma la curricular de los formadores que enseñan en las escuelas del país. Más allá de nuestro trabajo sobre los textos mismos en permanente diálogo con los otros libros, debemos tejer una red entre los productores y receptores, y en esa literatura compartida, dialógica, tendremos una muestra del discurso social de la época con sus aristas y sus espinas, y se hace presente en la realidad desconfigurando lo que construyen otros desde fuera del sistema local o regional, y esto evidenciará una escritura que no tiene justa medida desde el centro, porque siempre ha sido postergada siempre por los que ocupan los lugares de privilegio; por lo tanto cada una de las voces patagónicas muestran entre sus matices, sus tendencias, sus generaciones, una poesía indócil, intratable, en la subyace en su toma de posición algo de aquella valentía de las razas autóctonas o la lucha de los obreros arrasadas por el Estado-Nación. Resulta inevitable tomar a Pierre Bourdieu para plantear las instancias de construcción de un modo de percibir la realidad, una hegemonía. Se puede proponer, en este sentido, que dentro del espacio social distintas facciones socio-culturales llevan a cabo un juego de relaciones en la que una pretende imponer sobre los demás un modo de percibir la realidad. Acepto y corroboro el veredicto del pensador francés, esta es una de las posibles cosmovisiones de la literatura patagónica, la de un espacio determinado y fundante de un campo multicultural, en donde existe y coexiste un discurso social fluyente, que se retroalimenta en la misma “guerra de posición”, porque como ha afirmado Edward Said “la cultura es campo de batalla…”. Por lo tanto en el escenario geopolítico (donde la cultura sólo puede funcionar como contrapoder del poder autoritario, agregaría el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos) tendremos que la articulación se verifica a través de un enfrentamiento con prácticas articulatorias antagónicas, es decir, que la hegemonía se constituye en un campo surcado por antagonismos, y supone efectos de frontera, de límites, de lindes. Con esto podríamos decir que existen dos condiciones de una articulación hegemónica: la “presencia de fuerzas antagónicas” y la “inestabilidad de las fronteras que las separan”. Ese es el espacio de lucha del intelectual, del docente, del escritor, del poeta y, desde ya, del libro y la biblioteca.
La poesía con su fuego incendia, por eso el hacedor y el cómplice lector deberán soportar su quemadura para comprender parte de míticos y legendarios enigmas, de posiciones revolucionarias y subversivas que, como la ríspida lengua eternizada en las piedras milenarias, aún en el siglo XXI nos hace hablar y reflexionar.

Es común que se recorran diferentes ámbitos y mecanismos de almacenamiento para concretar un ensayo; en ese caso, es necesario, a modo de sinopsis, reponer primero la consulta de libros, revistas, diarios, páginas digitales, etc., luego las anotaciones y los apuntes, la confrontación de datos y la consulta de bibliotecas, cuyo relevamiento confluirá en un trabajo, y, sin duda, lo más importante sea, quizá, el intercambio fructífero con otros colegas: charlas, lecturas, consejos, correcciones, etc.
En este nuevo libro intento explayar mi preocupación por un género en particular: la Poesía. Y podría exponer que aquellos habituales lectores de poesía, aquellos devotos seguidores de ciertos poetas, tienen costumbres que escapan al lector tradicional y también señalar que dicho ejercicio representa mucho más que un simple hábito, porque esa extrañeza los hace formar parte de una silenciosa y cómplice legión. Son fieles adictos a este tipo de libros que ocupan un lugar marginal en los catálogos de la industria cultural, debido a que se lo considera una práctica significante subalterna dentro de la misma literatura. Por lo tanto la política financiera y publicitaria de las grandes editoriales es mínima o nula para apuntalar la promoción de los poetas, salvo el caso de los que han sido consagrados por la crítica o cierta popularidad que, muchas veces, es ajena al propio campo. También los datos macroeconómicos que manipulan estas empresas multinacionales indican que el consumo de textos de poesía por un gran público es menor y, en consecuencia, no genera el flujo de dinero que necesita el negocio capitalista para usufructuar la ganancia (la codiciada plusvalía).
Los caminos de la poesía son otros, mucho más subterráneos y alternos que los frívolos y triviales que promociona cierta industria cultural o la mass media. Tanto los editores, los escritores como los lectores de poesía pertenecen a una prosapia distinta (ni distinguida ni de clase, tampoco llega a constituirse en una sociedad secreta); aunque dentro de toda formación existen aquellos que se apean al escaparate de la fama y del estrellato, convirtiendo al íntimo ritual poético en una fiesta espectacular. Las grandes voces han construido su estilo, han destilado su poética, consolidando una obra sustancial casi siempre en la mayor soledad, lejos de las luces y de los ruidos de la metrópoli; distanciados de esa faena que se lleva a cabo en el campo intelectual para obtener la legitimación de los otros agentes y ocupar un espacio privilegiado entre los mismos partícipes. La trayectoria de esas voces que han sufrido la postergación ante la inadecuación a tales prácticas fueron reconocidas por su propio peso, y lo hicieron sin firmas ni becas condicionantes que los beneficiaran. Porque su particularidad es el trabajo resultante conquistado después del anclaje en sus países natales y por la solidez y originalidad de las obras producidas.
Expongo al criterio de los otros, quizá de los mismos, esta búsqueda e incertidumbre bajo el sortilegio de la poesía. Cada vez más agradecido por el diálogo constante que he mantenido con los escritores y poetas del interior del país, también con algunos porteños. A esos cómplices del intercambio desinteresado de ideas y de libros les dedicó este opúsculo.
Para cerrar este prólogo hago propias las palabras del poeta correntino Francisco Madariaga, ese criollo del universo que nos hablara desde su país garza real, cuando sentenció “me sangra la poesía por la boca”. Desde esta postura se reivindica el acto creativo como parte de la historia, más allá de las mezclas, más allá de los preceptos; la poesía siempre parte desde la imaginación radical y el corazón del hombre a fundar un lugar posible, un u-topos. Construye en y desde el territorio de la palabra, anida entre la certeza y la incerteza, pero en su instancia última y reveladora sabe a poesía. Aunque en un principio responda a determinada individualidad, a un autor concreto, en su proceso de sociabilización se hace colectiva en entrega y solidaridad. Reitero la idea-fuerza de Francisco Madariaga: “Me sangra la poesía por la boca”, y prescribo de que en cada lectura, en cada entrevista, uno va convencido en la búsqueda de ese misterio milenario. Sé y reconozco que no la buscamos, sino que ella misma por su propia gracia nos llama, nos convoca, somos sus dependientes; somos el instrumento para expandirla por el mundo, convidarla desde la boca que sangra a nuestros semejantes. Por eso viajo para intentar comprenderme a caballo de la crítica y de la poesía.
A modo de recuerdo y agradecimiento cito a la profesora y poeta Irma Cuña, formadora de profesores, escritores, mujeres y hombres, que en uno de sus ensayos más importantes nos ha dejado esta enseñanza:

“Tomar conciencia del imaginario heredado (que sólo conocemos cuando se actualiza en un hecho concreto) es la tarea docente más ardua y atractiva que pueda esperarnos desde ahora y hacia delante”. 9
[1] Irma Cuña, Identidad y Utopía, Editorial Educo, Universidad Nacional del Comahue, Neuquén, 2000, pág. 87.


LA SOLEDAD DEL ESTILO


Hay poéticas que son ineludibles cuando se realiza un estudio del campo literario argentino; mucho más identificables son también si nos atenemos al subcampo comprendido por la poesía, porque justamente ahí los estilos se hallan todavía más marcados, debido a que cada experiencia se vive como si fuera una especie de fundación. En ese sentido la voz emergente debe sobreponerse a la angustia de las influencias, arriesgar y construir su propio camino. La trayectoria que desarrolla la obra será el andamiaje en que dialoga con otros textos, con otras prácticas significantes, por lo que se contamina, hibridándose (aunque re-niegue de dicho proceso) con el capital simbólico producido por la tradición. Sólo es posible crear una estética diferente y sólida teniendo en cuenta esa herencia literaria, para ello el autor novel debe resignificar todo lo escrito hasta ahí, debe tomar ese lenguaje de la tribu y cargarlo de su cosmovisión del mundo; pues mitos y símbolos tienen que convertirse en el único desvelo, en el alimento del artificio, atestiguando la búsqueda en la utilización del lenguaje.
Pienso en la enseñanza del poeta francés Paul Valéry en cuanto a la calibración del oído y el habla del poeta respecto a su herramienta para inventar, indagar, poetizar; o sea, la sustanciación de las palabras utilizadas en cada verso de cada poema como si fueran entidades y que cada una vibrara con su propia melodía; por lo que el poeta deberá sentirlas y comprenderlas en ese pacto:

“El punto delicado de la poesía es la obtención de la voz. La poesía es el estado cantante (retumbante-resonante-rebotante) de la función que habla […] todo deviene estado vibratorio […] el estado vibrante cantante.

En esa empresa radica el desafío, y en esa lucha agonística se encuentra también la poesía de Francisco Madariaga; porque el intento o el juego límite será el de colocar en los vocablos el relámpago que cruza y lo excava por sus adentros, y también el vacilar, ese vacilar tan particular que es “real, como el ruido del planeta”, se sostiene en la mirada contagiada por los aconteceres del afuera cotidiano, el poeta afirma “yo escribo porque me alza la naturaleza”, por lo que en ese proceso, en la misma poiesis, en su acto creativo, se anudan todas las voces que lo preceden desde edades inmemoriales, es el estado vibrante cantante.
Toda lectura, toda escritura, se abisma en una ceremonia en donde no se puede “con el vicio feroz de la poesía”; entonces para poder construir el poema prima una serie de arbitrios, lo cual se concreta, algunas veces, a través de golpes certeros en el yunque; en cambio en otras, surge desde un acto casi sonámbulo, por lo que a modo de hechizo se da con los finos hilos de la poesía.
El instante en que se sopesa la densidad de la palabra el poeta lo reconoce como una fulguración inquietante, siendo percepción o epifanía, pues la desgarradura aparece y el vate, convencido de su inmenso valor, forja el estilo de una poética.
El crítico Roland Barthes ha escrito que “la poesía moderna está saturada de estilo y es arte por referencia a una intención de la Poesía”; el poeta correntino ha logrado sobreponer su escritura en el fárrago de otras que procuran alcanzar el mismo logro. Justamente sustentando la misma en un estilo fuerte y vigoroso, oscilante entre la magia de los esteros y una pintura al modo surrealista, por lo tanto su tono es distinguible de inmediato en la perspectiva de otras hablas, además la misma está contaminada de una constante reflexión en torno al proceso de la inspiración poética, cotejando a cada momento esos instantes de lucidez, en las “apariciones”, que se convierten en visión, en poesía. Retomando a Barthes, éste señala en El grado cero de la escritura que

“El milagro de esta transformación hace del estilo una suerte de operación supra-literaria, que arrastra al hombre hasta el umbral del poder y la magia. Por su origen biológico el estilo se sitúa fuera del arte, es decir, fuera del pacto que liga al escritor con la sociedad. Podemos imaginar por tanto a autores que prefieran la seguridad del arte a la soledad del estilo”. 10

Su poesía recorre este derrotero, roza la magia, instituye una textura cuasi fantástica en su escritura, y lo real y lo surreal 11 transitan por toda su obra abriendo el campo de interpretación y afectación con que opera la palabra poética. Incluso en sus conferencias se halla ese desandar de la producción individual de una poética, es decir, el estilo elucubrado en la soledad de la propia escritura, y la donación del poeta en la lectura y el compromiso de su voz que lo religa, por lo menos un poco a lo celestial, y también a lo más inmediato que es la vida misma, el verdadero sentir y la vibración de una poética; porque “la escritura es un acto de solidaridad histórica”. Francisco Madariaga se encuentra comprendido en esta apreciación del crítico francés; y él mismo se hace la pregunta fundamental: “La poesía ¿qué es? un hada bellísima, fanática, feroz, puesta sobre la tierra exclusivamente para salvar el amor humano y todos los amores”.

[10] Roland Barthes, El grado cero de la escritura, Siglo XXI Editores, México, 1999, pág. 20. Traducción: Nicolás Rosa.
[11] “…el surrealismo argentino se destacó en la obra de Francisco Madariaga, Enrique Molina, Olga Orozco y Alejandra Pizarnik. Los tres primeros fueron quienes lograron establecer las bases de algo así como un surrealismo mestizo o americano…”. Martín Prieto, Breve historia de la literatura argentina, Taurus, Buenos Aires, 2006, pág. 376.


"Imagen del poeta”

Diamantes sobre el corazón son las palabras,
atomillos de los diamantes del dios, que se
entrechocan y se destierran en el goce del trino
de todos los terrores.

Recordemos y gocemos, seamos reales para con
el absoluto.

Bebamos tinieblas reyes y huyamos hacia las
resurrecciones.

¿Sólo el poeta podrá desactivar los restos de la
esperanza desesperanzada, rearmarla y
proyectarla en la oscuridad de una nueva
emoción más lúcida, más temible de vida
y en estado de ciencia de coraje y de gloria?

Otra de las misiones del poeta: desprender y
ahuyentar a los muelles flotantes, cargados
de mercaderías de la peste, del desprecio, de
la iniquidad, que flotan junto a los puertos
de las grandes capitales del infierno social.

El poeta es el que alarilea para que se abran
las puertas más reacias de las indivisiones, las
interrupciones, los no-nacimientos a nivel de flor
y agua, las resurrecciones en potencia...

Alarileando a los santos del infinito para que
respondan con un despotismo de libertad
glorificada, bebida y bañada en sangre
entre los hombres.

Reclamando en Estado Solar cuyas únicas fronteras
sean marcadas con diamantes de palabras
estiradas, derretidas con fuego de oro filtrado
entre las crines de los más bellos caballos.

Caballos que después empujarán, con sus pechos
sanguíneos de durazno, todas las tranqueras,
para que se abran hacia el agua y el cielo
de toda la divinidad de la materia.

La materia, la poesía, tanto la amontonada y sangral,
como aquella otra separada, fragmentada sobre
la pura transparencia y caridad de un duelo
de cristal.

[12] Francisco Madariaga, Op. cit, pág. 267.

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IX Festival Internacional de Poesía en Medellín - Revista Prometeo

(PARTE 1) Entrevista en la Universidad Nacional de Entre Rios-Concepción del Uruguay 1997

(PARTE 2) Entrevista

(PARTE 3) Entrevista

AGRADECEMOS PROFUNDAMENTE LA GENTILEZA DE LA SECRETARÍA DE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA Y CULTURA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE ENTRE RÍOS POR LA AMABILIDAD EN FACILITARNOS ESTE MATERIAL DE SU ARCHIVO. AGRADECIMIENTO ESPECIAL AL SR. HUGO LUNA, EL ENTREVISTADOR, QUE SE CONTACTÓ POR MEDIO DEL BLOG Y GESTIONÓ LA POSIBILIDAD DE CONTAR CON ESTE MATERIAL.

(PARTE 1) Recitado en la Universidad Nacional de Entre Ríos-Concepción del Uruguay 1997

(PARTE 2) Recitado

(PARTE 3) Recitado

Audio: Un adelanto de la nueva sección

Fuente: Francisco Madariaga, El tren casi fluvial (poemas en cassette), 1990, Ediciones Circe-Último Reino. Digitalizado a cd y facilitado por Daniel Chirom.

Novedad editorial 2009 Antología: "UN PALMAR SIN ORILLAS" (Ediciones en Danza)

En 1998, dos años antes de que falleciera uno de los más grandes poetas argentinos, Francisco Madariaga, aparecieron editados, casi maratónicamente, sus últimos cuatro títulos. Luego sobrevino el inexorable silencio que la literatura argentina reserva a sus grandes figuras, que ocasionalmente vuelven a redimirse con publicaciones en el extranjero. Afortunadamente, con el lanzamiento de Un palmar sin orillas, el destino permitió que un sello argentino rindiera el tributo necesario a una obra ineludible. Esta aguardada antología recopila poemas de todos los libros publicados por Francisco Madariaga, seleccionados por Javier Cófreces y Eduardo Mileo, con la cooperación de la poeta Élida Manselli, y además ofrece un dossier fotográfico del genial “Criollo del universo”. Fuente: http://www.edicionesendanza.com.ar/novedades/novedades.html - -
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NOTAS PERIODÍSTICAS ACERCA DE:
"Un palmar sin orillas"

Haga click ---->
http://franciscomadariaga.blogspot.com/2009/07/notas-acerca-de-un-palmar-sin-orillas.html
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-Madariaga no cantaba el paisaje, tenía “ese nativo puro que arroja paisajes por la nariz”, Madariaga era el paisaje.- L.M.

Francisco Madariaga Blog en la Revista Ñ del Diario Clarín (18/04/09)

Generación Abierta en radio - 31/10/09 - Entrevista acerca del blog

Emisión 111 del 31 de Octubre de 2009. Voces de la Memoria: Francisco Madariaga, en la voz de Lucio L. Madariaga. Diálogo en vivo.